Kiwikolo (Palo Viejo), compañero de Kiwichat o vieja del monte[…]
Kiwichat es como Kiwikolo; Kiwikolo es muchos, está en el arroyo, en las cuevas, en las peñas, es el dueño de la milpa, de los animales, de las plantas.
Kiwikolo es también el abuelo de los curanderos, y cuando se invoca en su advocación femenina, Kiwichat, es la Nana de las parteras; el viejo del monte fue el primero que curó, el que por medio de un castigo enseñó a los hombres la enfermedad y el dolor; fue Kiwichat quien les llevó la medicina.
[…]
El Kiwikolo conoce las plantas medicinales, sabe para qué sirve cada una, sabe si se toman, si se caldean, si se restriegan o se debe uno bañar con ellas; sabe cuáles plantas limpian, cuáles matan…
[Mito registrado entre los totonacos de Papantla, recopilado por Rocío Aguilera, pp. 29 y 31]
Las especialidades de quienes practican la medicina tradicional, el proceso de reconocimiento de su don para curar y su preparación para hacerlo es de los temas más interesantes que se pueden encontrar en el acervo del CID. Una forma en que se adquieren los conocimientos terapéuticos es la socialización a gran escala de la medicina doméstica, la experiencia se adquiere en el hogar y la comunidad otorga el reconocimiento a ciertos individuos que se vuelven especialistas. Quien tiene el poder de curar a los enfermos o acompañar a una parturienta generalmente recibe “señales” (sueños, enfermedad propia, trance por ingesta de ciertas sustancias, etcétera) y debe asumir esa responsabilidad. La salud física no es su único campo de acción, también pueden tener la facultad de comunicarse con seres o fuerzas sobrenaturales; quien conoce las propiedades de las plantas medicinales es intermediario con los espíritus de la naturaleza y puede acceder a dones de curar o de alterar el orden físico de las cosas.
Afirma June Nash sobre una comunidad de los Altos de Chiapas: “la enfermedad es señal de la perturbación de las relaciones, entre los espíritus, o las de la gente y los parientes, los vecinos y los lugares. En el ritual curativo los curanderos no sólo tratan la enfermedad sino también tratan de hacer un reajuste espiritual dramatizando los efectos de la enemistad” [p. 182]. Cuando hay problemas de salud en el pueblo, el Cabildo convoca a los curanderos, quienes “deciden si hay algunos jóvenes prometedores que tienen la tercera alma, el swayohel, que les da habilidad de curar. Si un joven se estima adecuado, el presidente y los jueces dan permiso a los curanderos de permitirle entrar a la profesión en ese tiempo” [p. 183].
Yolanda Sassoon explica que durante el rito de curación el curandero hace presente el tiempo sagrado, trae a su memoria y a la del enfermo el mito (el Viejo del Monte y su compañera, la Vieja) mientras aplica sus conocimientos de hierbas y otros procedimientos. El curandero recibe de parte de los dioses de manera mágica los poderes curativos de las plantas, el mito (creencia) y el rito (práctica) están presentes en el proceso de salud y enfermedad.
Yolanda Sassoon, “Mito, magia y religión como sistemas
interrelacionados con la medicina tradicional”.

La práctica del curanderismo puede ser doméstica (generalmente las mujeres de la familia, pues la madre o la abuela son quienes suelen brindar los primeros cuidados y tratamientos a sus familiares que enferman) o especializada (hombres y mujeres que van adquiriendo experiencia y reconocimiento comunitario). Curanderos, parteras, hierberos, hueseros, sobadores, culebreros o viboreros, chamanes, j-menes, todos se han especializado tras años de práctica y merecen por ello mucho respeto de su comunidad. Curanderos y hierberos saben curar con plantas, un j-men hace ‒además‒ rezos y puede curar enfermedades sobrenaturales. A los chamanes, por ejemplo, se les considera aparte porque tienen estados de conciencia alterados.
Además del indispensable compromiso con la comunidad y la correspondiente preparación, varios textos recogen el dato de que se requiere guardar abstinencia sexual antes de procurar cuidados a un enfermo, especialmente si el mal que lo aqueja es grave.
Isidro Bautista Castillo y Pedro González Sabalza, promotores culturales que trabajaron en comunidades nahuas, popolucas y mixes en poblados de Hueyapan de Ocampo, Soteapan, Mecayapan y Pajapan en el estado de Veracruz, así como en San Juan Guichicovi del estado de Oaxaca, hacen una distinción general entre los practicantes de la medicina tradicional: quienes rezan y los que no. Otra distinción podría hacerse entre hierberos y brujos. También se pueden clasificar por su método diagnóstico: pulseros, copaleros, etcétera. Por último, se pueden diferenciar entre los que curan enfermedades naturales y los que atacan las no naturales. Los que son reconocidos como brujos por su comunidad, entran en la categoría de “espiritualistas”. Hay dos tipos de brujos: que hacen el mal y lo pueden quitar o que hacen el mal pero no lo pueden revertir. En su ponencia, los autores también hablan de cómo adquieren sus conocimientos las curanderas y curanderos y cómo son sus curaciones.
El trabajo de un grupo de promotores bilingües de la Unidad Regional Michoacán sobre la medicina tradicional en la Cañada de los Once Pueblos, con base en tres criterios (religión, función del trabajo y conocimiento del medio) clasifica a los especialistas en curanderos del bien (parteras, masajistas, hierberos, hueseros) y curanderos del mal (hechiceros y brujos).
Cabe mencionar también a los especialistas en restituir su sombra a aquellos que la han perdido por un susto, por mal comportamiento o por hechizo. El historiador Alfredo López Austin ha documentado que en la cultura náhuatl, la sombra se relaciona con el tonalli, la fuerza vital del individuo, es la entidad anímica.
Al hablar de la práctica de la medicina tradicional, es importante reconocer a los hombres y mujeres que han dedicado su vida y experiencia a ayudar a personas de sus comunidades a recobrar la salud. En este sentido, mencionamos a continuación algunos materiales que mencionan los nombres de sus informantes.
- La memoria del Primer encuentro entre terapeutas tradicionales de la región de Papantla, promovido por la DGCP a través de la Unidad Regional Norte de Veracruz en agosto de 1987, que incluye listas de los curanderos, parteras, rezanderos y hueseros que participaron en las mesas de intercambio de experiencias.
- El libro de José Antonio Mejía Muñoz, sobre el uso de plantas medicinales entre los yaquis, incluye entrevistas con las curanderas María Matuz, Petra Valenzuela Anguamea, María Félix Gotobopicio Bacasegua y Lorenza Buitimea Flores.
- La medicina tradicional de los pueblos indígenas de México, del INI, que incluye una extensa lista de las y los terapeutas tradicionales indígenas que entrevistaron durante su proyecto de investigación para generar la Biblioteca de Medicina Tradicional.
- El médico y antropólogo Roberto Campos Navarro logró, a finales de los noventa, un panorama testimonial de la práctica del curanderismo en un contexto urbano, mediante la observación de Marina Martínez, curandera en la Ciudad de México. Observó la relación entre curandera y paciente, sus técnicas para llegar a un diagnóstico, sus explicaciones sobre las causas de las enfermedades. También indagó sobre el proceso de decidir ser curandera y aprender a serlo y sobre las limitaciones que la ciudad impone. Este autor también documentó la práctica de la curandera purépecha Rosita Ascencio.
- José Pérez Chacón, en su trabajo sobre los choles de Tila, cuenta con los testimonios de Carmelino Gutiérrez y Carmelino Martínez; ambos dicen haber nacido con el don de curar, que en algún momento despertó y cada uno desarrolló. Carmelino Gutiérrez se inició como curandero con su pensamiento, dice que tal vez fue Dios quien le dio ese pensamiento, por eso debe depositar su promesa ante el Señor de Tila antes de curar a alguien. Recibe la paga que el enfermo quiera darle, considera que no debe cobrar porque las plantas que usa para curar no son suyas, son de Dios. Carmelino Martínez, por su parte, dice: “para ser curandero debe uno hacer promesas completas, o sea, cumplirlas al pie del Señor. Las promesas se hacen orando, diciendo con oraciones y rezos lo que uno desea ante Dios. Porque no es curar por curar […], hay que saber rezar con las oraciones de nuestro Cristo y también de los doce apóstoles” [p. 135]. Carmelino Martínez dice que él reconoció su don en un sueño, la Virgen le dijo que él iba a curar, pero que si usaba ese poder para hacer daño, perdería la capacidad.
- María Teresa Cervantes recabó información sobre el proceso de aprendizaje de una curandera (que aprendió con su mamá) y un huesero (que tras curarse de un accidente también decidió ayudar a otros) en Sicuicho, Michoacán.
- Iraís Piñón Flores entrevistó a las curanderas michoacanas Naná Francisca, Naná Isabel Felipa y Naná Margarita Ramos.

[Pablo Méndez], Villa de Morelos, Oaxaca, marzo de 1979,
acervo fototeca CID C76-H10, rollo C-681.
El proceso para convertirse en especialista de la medicina tradicional es sumamente importante, por ello se ha investigado bastante. Según documentó Rocío Aguilera entre los totonacas, para ejercer el curanderismo hay que llegar por una de las siguientes cuatro vías:
- Nacimiento: “por destino”. En otro contexto, Noemí Bañuelos menciona que entre los mayos se dice que si el niño “llora” en el vientre de la madre durante la gestación es porque será curandero.
- Herencia: aprender desde la infancia, por estar cerca del lugar donde se hacen curaciones.
- Enfermedad: un mal crónico, al ser superado, prepara a la persona para curar a otros.
- Estudio: cuando hay vocación para ayudar a los demás a recobrar la salud, la persona se prepara para ello. Carlos Zolla comenta que generalmente un terapeuta experimentado transmite los conocimientos a uno o más aprendices, en una dinámica que ha permitido la supervivencia de la cultura comunitaria.
Según ha documentado Noemí Quezada, las formas de iniciación durante el periodo colonial eran básicamente las mismas que se describen para el siglo XX: predestinación, tradición familiar, enseñanza de un maestro, enfermedad, sueño, etcétera.
El conocimiento de la herbolaria medicinal desarrollado en la época prehispánica sigue presente en muchos conceptos de la medicina tradicional actual. Se distinguen cuatro tipos de practicantes de la medicina tradicional:
- comadrona o partera, que proporciona cuidados anteriores al parto, lo atiende y visita posteriormente a la madre y a la criatura;
- huesero, que trata los músculos y tendones lastimados y coloca en su lugar los huesos dislocados o con fracturas simples;
- curandero, se especializa en los síntomas de filiación cultural, como espanto, mal de ojo, aires, malestares relacionados con el sistema frío-caliente, etcétera;
- hierbero, que tiene el conocimiento sobre las propiedades curativas de las plantas.
El texto de Noemí Bañuelos reúne testimonios de mujeres mayo sobre cómo aprendieron a curar, casi siempre por necesidad, pues ellas son las que brindan el primer cuidado cuando alguien de la familia se enferma. En la comunidad mayo, son los hombres los que van al monte y recogen las hierbas, las mujeres las secan, preparan y administran.
Los curanderos, personajes de mayor edad, hombres o mujeres, son sabedores de las terapéuticas tradicionales y tienen un conocimiento profundo de la cultura del grupo. Personajes respetados, no sólo por su efectividad para curar sino por compartir un lugar, una lengua, una cultura. Parteras, hierberos, hueseros y sobadores, que han adquirido su capacidad para curar a través de sus antecesores o naciendo con la gracia de curar.
[Bañuelos, pp. 62-63].


Noemí Bañuelos Flores, De plantas, mujeres y salud. Medicina doméstica mayo, pp. 159-160.
El trabajo publicado en 1992 por la Unidad Regional Tuxtepec, sobre la práctica de la curandera Domitila Carrisosa, destaca la “toma de hongos” en la medicina mazateca. Después de muchas visiones que no entendía, la señora Domitila recibió su don gracias a la guía de otro curandero, Maximino Calleja, que le dio a tomar hongos. Domitila Carrisosa Ramón dice haber nacido con el don, pero que su camino para curar fue difícil y lleno de sacrificios.
Parteras y sobadores, adquieren el conocimiento en la práctica, ayudando. Los sobadores casi no usan hierbas como los hierbateros. Quienes se especializan en el uso de hierbas no curan enfermedades de tipo mágico-religioso. Por su parte, los j-menes, que adquieren el conocimiento por poder divino, hacen ceremonias para los dioses mayas, algunos curan con sangrías y acupuntura. Los curanderos también adquieren su conocimiento por don divino y suelen curar las enfermedades psicosomáticas, pero no hacen ceremonias, curan con plantas, animales, santiguos y rezos.

Diana Ryesky, Conceptos tradicionales de la medicina en un pueblo mexicano, p. 60. Ilustración de Alberto Beltrán.
Parteras
El parto es un momento muy importante para la comunidad, por lo que no sólo demanda la atención de quien practica la partería, sino que todos los integrantes del grupo intervienen de manera más o menos activa para lograr el buen éxito; entre los cuidados que una partera proporciona en su seguimiento del embarazo, está acomodar a la criatura para el correcto alumbramiento cefálico.
El texto sobre la Cañada de los Once Pueblos recoge testimonios de varias parteras, cómo se iniciaron (generalmente porque su abuela y su madre realizaban esa labor). A las parteras las distinguen entre: eficaz o buena (da atención a la mujer desde el cuarto o quinto mes del embarazo hasta ocho días después del parto, después de asegurarse del bienestar de la mujer y de la criatura; no atiende a jóvenes solteras sin autorización de los padres; goza de reputación ante su comunidad) y ocasional o discreta (que acepta hacer trabajos fuera de la ley, como abortos).
Ejemplo de la importancia que se dio institucionalmente en algún momento al trabajo de las parteras es El embarazo, el parto y el recién nacido. Manual para parteras rurales, un material escrito originalmente para China que se editó y distribuyó en español en la década de 1990.



Modesta Lavana aplicando sus tratamientos, DGCP-SEP, “Salud y ecología” [documento audiovisual en soporte analógico], [ca. 1982], acervo fototeca CID AV 23-A y 23-B.
Laurencia Álvarez Heydenreich, en su texto sobre Hueyapan, recoge el testimonio de Modesta Lavana, curandera y partera de quien se conserva en el acervo del CID una entrevista grabada. Ella cuenta que aprendió a curar viendo a su mamá y a su abuela; que usa hierbas, raíces, grasas y algunas pomadas de farmacia; su método de diagnóstico es mediante huevo y cura el empacho con cenizas. Afirma que la brujería no existe, que son daños del alma; en este comentario se pone de manifiesto la importancia del vínculo que la curandera establece con su paciente para que el tratamiento sea efectivo.
Voces de Modesta Lavana y Xavier Lozoya, DGCP-SEP, “Salud y ecología” [documento audiovisual en soporte analógico], [ca. 1982],
fragmentos editados, acervo CID AV 23-A y 23-B.
Culebreros
Los culebreros o viboreros son los especialistas en curar la mordedura de serpiente. Rubén Leyton Ovando menciona que hay de tradición indígena (nahuas, popolucas y chinantecos) y de origen afromestizo (en Veracruz básicamente). La Unidad Regional de Acayucan hizo algunos trabajos sobre este tema.
Curar la mordedura de víbora es toda una especialidad en la zona de Los Tuxtlas; aunque es claramente un daño físico de causa natural, la mordedura de víbora se concibe dentro del sistema mágico-religioso y así se trata. Los culebreros tienen un arsenal de remedios vegetales además de una serie de conocimientos que se sitúan en la esfera de lo mágico. Los rezos son secretos ocultos, sólo el curandero los conoce.
En la medicina tradicional de nahuas y popolucas del Sotavento los culebreros tienen un lugar especial, pues en la zona las víboras venenosas son frecuentes. La creencia es que la mordedura de serpiente puede deberse a la violación de una regla: no respetar la abstinencia sexual, incesto, robo, adulterio, o ser provocada por envidia. Los culebreros utilizan plantas contra las mordeduras, aunque el ambiente místico en que trabajan y la cosmovisión indígena sin duda influyen en los resultados obtenidos. Estos especialistas curan también a los animales atacados por serpientes e incluso a parcelas y potreros, para librar esos espacios de éstas. La práctica de los culebreros se extiende por el sur de Veracruz, entre nahuas y popolucas (con claros elementos prehispánicos), también entre mestizos (con algunos elementos de la región vasca de España) y chinantecos; también hay una vertiente afromestiza que, a pesar de compartir algunos elementos, se diferencia de manera clara, especialmente en el ritual iniciático o la obtención de poderes del culebrero y los ritos terapéuticos y de protección, como punzar con un colmillo de culebra varias partes del cuerpo para conferir protección.
Fuentes
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- Ryesky, Diana, Conceptos tradicionales de la medicina en un pueblo mexicano. Un análisis antropológico, México, Sepsetentas, 1976, acervo bibliográfico CID 2221.
- Sassoon Lombardo, Yolanda, “Mito, magia y religión como sistemas interrelacionados con la medicina tradicional”, material de capacitación para la Unidad Regional Sonora, 1984, acervo documental CID D/627.
- Silverio Pérez, Victoriano, Jonatan Solís Bartolo, María Eréndira Ramos Martínez, Juvencio Pablo Santos, “Medicina tradicional de la Cañada de los Once Pueblos. Segunda parte: especialistas tradicionales”, [Michoacán], s.f., acervo documental CID D/MT/33.
- Yam Sosa, Martha Beatriz, María Teresa Quiñones Vega y José Emilio Pérez Aguilar, La medicina tradicional entre los henequeneros y maiceros yucatecos, Mérida, Yucatán, DGCP / PACMyC, 1992, acervo bibliográfico CID 9018, disponible en el Repositorio.
- Zolla Luque, Carlos, “Prólogo”, en Campos Navarro, Roberto, Doña Rosita Ascencio, curandera purépecha, México, Artes de México / UNAM, 2016, acervo bibliográfico CID 9747.
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